Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez fueron amigos durante cerca de una década, hasta que un puñetazo lo cambió todo. El sonado golpe tuvo lugar el 12 de febrero de 1976, en el auditorio de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica de México. “¡'Esto es por lo que le dijiste a Patricia!”, le espetó el escritor peruano fallecido este domingo haciendo referencia a la que fuera su esposa, Patricia Llosa; antes de dejar inconsciente, sangrando, al autor de Cien años de soledad. El tortazo rompió para siempre la estrecha relación entre dos de los máximos referentes del 'boom latinoamericano'.
Los escritores habían acudido al estreno del documental La odisea de los Andes, cuyo guion había escrito Vargas Llosa, que narraba la conocida como 'tragedia de los Andes'. La 'odisea' que acompañó al equipo de rugby que se estrelló en 1972 en la cordillera, y aguantó durante meses bajo la nieve alimentándose de los cuerpos de sus compañeros. La misma historia que después sería relatada desde la ficción en ¡Viven! (Frank Marshall, 1993), y con la que el cineasta español Juan Antonio Bayona triunfó adaptando La sociedad de la nieve, el libro en el que Pablo Vierci se acercó a la experiencia real de los supervivientes, a quienes pudo entrevistar.
Ninguno de los dos autores llegó a confirmar cuál había sido el motivo de la disputa, ni si esta se debió al supuesto escarceo que García Márquez habría tenido con la esposa de Vargas Llosa. Tampoco cuáles fueron las palabras dirigidas a su pareja que el segundo recriminó al primero, pero sí que nunca más volvieron a ser amigos. El episodio fue recogido por el escritor peruano Jaime Bayly en su novela Los genios (Galaxia Gutenberg), publicada en 2023. El autor contó que Patricia Llosa –mujer y prima de Vargas Llosa– conoció al colombiano en 1975, en un encuentro literario al que este acudió con su mujer. “Allí pasaron cosas”, apuntó Jaime Bayly, que también reconoció que aun así no tenía “pruebas” que confirmaran el porqué de la pelea.
El puñetazo fue retratado por el fotógrafo Rodrigo Moya, que publicó en La Jornada su testimonio sobre lo sucedido, en un texto que tituló La terrorífica historia de un ojo morado. “Con una fuerte hemorragia –el ojo cerrado y en estado de shock– Mercedes y amigos de Gabo lo condujeron a su casa en el Pedregal. Se trataba de evitar cualquier escándalo, y el internamiento hospitalario no habría pasado desapercibido. Mercedes me describió el tratamiento con bistecs sobre el ojo, que le había aplicado toda la noche a su vapuleoso esposo para absorber la hemorragia”, escribió Moya.
Según indicó, la pareja de García Márquez no cesaba de repetir: “Mario es un celoso estúpido”. Fue el propio escritor colombiano el que le pidió que inmortalizara el hematoma. Unas imágenes que solicitó que le guardara y que no vieron la luz hasta su ochenta cumpleaños, cuando el fotógrafo consideró “correcta” su publicación y la del texto con la que lo acompañó. Su “comentario sobre el terrífico encuentro entre dos grandes escritores, uno de izquierda, y otro de contundentes derechazos”.
Una amistad fraguada en Barcelona
Los ganadores del Nobel se conocieron en el aeropuerto de Caracas en agosto de 1967. Entonces el peruano, que ya era un autor aclamado por la crítica, tenía 31 años; mientras que el colombiano, de 40, acababa de lograr su gran hito con el éxito de Cien años de soledad. Los escritores terminaron por hacerse muy amigos, en especial gracias al periodo en el que ambos vivieron en Barcelona, en el barrio de Sarrià. En esta época publicaron respectivamente El otoño del patriarca y Pantaleón y las visitadoras.
En la ciudad condal escribió Vargas Llosa Historia de un deicidio, que basó en el trabajo que había realizado para su tesis doctoral, en la que analizó la obra de García Márquez. Su amistad que quedó igualmente reflejada en Las cartas del Boom, un recopilatorio de la correspondencia intercambiada entre Julio Cortázar, Carlos Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa. Los todavía amigos, cómplices de revolución narrativa que cambió la literatura en español, continuaron su amistad en París. Allí coincidieron con sus respectivas parejas, Patricia Llosa y Mercedes Barcha, y fue donde podría haberse empezado a fraguar su enemistad.